Grandes comilonas con la familia y los amigos, decoración que roza lo barroco, regalos y muchas compras… ¿Vuelves a casa por Navidad? Mucha suerte. Por mucha luz y paz que queramos asociar a las fiestas, las navidades son fechas en las que más mierda se sirve en la mesa.

Dejando a un lado conceptos idilicos, la Navidad es contraste, es el contenedor con los envoltorios y cajas de regalo iluminado por un cartel gigante de un modelo anunciando un perfume. «La Navidad es regalar y gastar, es dar y recibir», una afimación realista de María Jesús Moreno Garrido, graduada en Filosofía y estudiante de Máster Universitario en Profesorado (MAES), que quizás define mejor el concepto de lo que es la Navidad.

¿La Navidad tiene que ser dulce?

Las mesas en Navidad están cargadas de entremeses y principales que son deliciosos, pero ¿qué me decis de los postres? Creedme si os digo que para el final se deja lo mejor. De forma idílica, podemos decir que las celebraciones navideñas nos invitarán a sentarnos alrededor de una mesa familiar en la que compartiremos, además de un delicioso banquete, momentos únicos e inolvidables.

Boudrillard dice que vivimos en una hiperrealidad, en la era del zoom donde todo es mostrado de forma fraccional, ampliamos tanto la imagen que se ha perdido el fondo. Igual sucede con la Navidad, «es la expresión máxima del zoom», indica María Jesús. «El zoom borra el fondo, borra los preparativos y los defectos, borra lo que no queremos que se vea, todo tiene que estar perfecto, porque no hay otra opción», explica la filósofa, argumentando que «mostrarse débil, ya no está de moda».

«Mostrarse débil, ya no está de moda».


María Jesús Moreno Garrido, graduada en Filosofía y estudiante de MAES.

Todo tiene que volverse feliz. En un mundo donde todos luchamos contra todos, donde el mejor se queda con la porción más grande de tarta, ¿cómo vamos a mostrar nuestras debilidades? Nicholas Joyce, psicólogo de la Universidad del Sur de Florida, en The Conversation habla sobre cómo afrontar este tipo de situaciones, con el único fin de que volver a casa por Navidad sea un motivo más de alegría que de ansiedad. Según Joyce, que cuenta entre sus pacientes con muchos universitarios temerosos de la vuelta a casa durante las fiestas, el principal problema que se presenta ante este tipo de situaciones suele ser la falta de aceptación de la realidad.

Una familia de anuncio

Uno de los anuncios más esperados del año en estas fechas es el de la Lotería de Navidad, que este 2019 se ha decidido por contarnos cuatro historias con un valor en común: compartir. Mientras tanto, los de Ruavieja nos invitan a vernos más; los de El Almendro insisten en el «Vuelve a casa por Navidad»; los de supermercados Aldi nos dicen que lo más especial de la Navidad es hacer felices a los demás; y la compañía de la manzana mordida Apple se las ha ingeniado para emocionarnos con un anuncio que se centra en una familia que se reúne por Navidad mientras tratan de superar la pérdida de la abuela. Pero, detrás de los escenarios reales, no es felicidad todo lo que reluce.

«En la era del consumo, la persona se ha transformado en herramienta. Tenemos el antidepresivo para anular el conflicto y hacernos productivos de nuevo. Hay que evitar caer en el yo narcisista. No podemos dejar de idealizar nuestra vida, pensar que no estamos viviendo, porque en ese caso perdemos nuestra función», reflexiona María Jesús Moreno Garrido.

La Navidad es importante a nivel social, convirtiéndose en una fiesta que simboliza la unión familiar y el reencuentro. De ello se han encargado las campañas publicitarias de grandes marcas y, como añade María Jesús Moreno Garrido, «Demasiadas películas navideñas nos hemos tragado sobre el amor verdadero. Pareciese que es la época propicia para que la nieve surja efecto sobre nosotros y cree la sensación de estar en el idilio romántico más maravilloso». Esa es la idea que tenemos de la Navidad, así «la familia está esperándote para recibirte con la mesa llena de manjares, todos alrededor del árbol con la chimenea encendida», detalla la filósofa.

Sin embargo, si nos sumergimos en estas fiestas podemos apreciar que el abrazo de bienvenida tras tu llegada a casa por Navidad viene cargado de regalos inesperados que se van sirviendo sin envoltorio. «Al final tras la nieve, el árbol, la chimenea y las luces, hay una melancolía intrínseca. La Navidad es ausencia y carencia, es amor pero también abandono, es recordar y anhelar a partes iguales», opina Moreno.

«La Navidad es ausencia y carencia,

es amor pero también abandono».


María Jesús Moreno Garrido, graduada en Filosofía y estudiante de MAES.

Tras los adornos de las casas, la iluminación de las calles, los regalos y los grandes banquetes hay tensiones familiares y personales. ¿Por qué tenemos la necesidad de ocultar todo esto con el fin de fingir la perfección? Según María Jesús Moreno Garrido, «vivimos en la idealización de la realidad más absoluta, y es que la señal de nuestra época es acercarnos a lo que no daña, a aquello que no opone resistencia, donde no hay extrañeza, donde todo está medido y es placentero, gusta lo fácil, lo inmediato».

El panorama comercial tiene una guerra abierta durante la Navidad hacia el consumidor. Anuncios y medios de comunicación realizan un bombardeo continuo con escenas de familias que gozan de felicidad plena. Alfred North Whitehead decía que la tradición filosófica europea consiste en una serie de notas a pie de página del pensamiento de Platón. En este sentido, María Jesús Moreno Garrido explica que «la imagen utópica de la Navidad va asociada a la imagen utópica de la familia perfecta, y la idealización lo que tiene es que al final hay realidad. Al final de la caverna está el mundo, la luz que nos hiere los ojos, que nos perturba. Tras la familia perfecta, está nuestra familia, y esa familia no tiene nada que ver con la de los anuncios. ¿Nos frustramos por ello? Sí. ¿Deberíamos hacerlo? No».

«Tras la familia perfecta, está nuestra familia,

y esa familia no tiene nada que ver con la de los anuncios».


María Jesús Moreno Garrido, graduada en Filosofía y estudiante de MAES.

Ninguna Navidad es perfecta, ni las familias tampoco lo son. De hecho, «veremos personas con problemas y carencias, con ganas de comer gambas y olvidarse de que mañana tiene que trabajar, que no tiene contrato o que tiene a su hijo viviendo en Londres», ejemplifica Moreno. En este sentido, se abren dos alternativas, según la filósofa: «quedarnos en la caverna o salir fuera y aceptar que esa es la realidad, que esa es tu familia».

Las redes sociales: un escenario idílico

Publicaciones de Facebook entrañables, stories de Instagram con la familia y los amigos en las que no faltan sonrisas y hasta morritos, y estados de WhatsApp con imágenes cargadas de momentos inéditos en días especiales. ¿Qué bien hace esto al panóptico?

Vivimos en la era de lo pulido, de lo mainstream, en la del ‘me gusta’. «Buscamos aquello que no nos hiere, que no nos perturba, que es fácil y cómodo, y las redes sociales ponen todo eso al alcance de nuestra mano», reflexiona María Jesús Moreno Garrido. Por eso, la Navidad está cargada de contraste, más que de chocolate. «Iremos a comer con la familia, aguantaremos comentarios machistas, alguien te comentará algo de tu físico, y tú desearás que pase la noche. Abrirás tu Smartphone y subirás a tus redes una foto con tu primo el de Cambridge, y así con los comentarios y “me gustas” sustituirás una cena familiar de mierda por lo táctil, por lo virtual», cuenta la filósofa.

«Buscamos aquello que no nos hiere,

que no nos perturba, que es fácil y cómodo».


María Jesús Moreno Garrido, graduada en Filosofía y estudiante de MAES.

La necesidad de perfección en nuestra existencia se ha vuelto casi un imperativo. ¿Cuántas fotos hay antes del selfie que publicamos? ¿Qué hay tras la foto perfecta? ¿Y detrás de la familia feliz? «Hay decepción, porque todos tenemos la idea de aquello que el otro debe ser y cuando no lo vemos, recibimos lo que no nos gusta, lo que no pretendemos, cuando no lo vemos chocamos», opina Moreno.

¿Hay que dejar atrás la idealización y ser más prácticos? Siguiendo recomendaciones de Moreno, hay que ser «más empíricos, más consecuentes con el mundo y con los otros, saber que la familia no es tan perfecta como parecía cuando éramos pequeños. La familia no es lo que tú tienes en mente de ella, la familia es esa luz que te ciega antes de ver la realidad, y mientras para Platón esa realidad era perfecta e idílica, para nosotros no lo es, no es la idea de ‘Bien’, no son las ideas perfectas iluminadas por ella lo que veremos».

A nadie le gusta sentarse en la mesa con personas que les causa incomodidad, y esa persona puede ser un amigo, un familiar directo o político. ¿Por qué nos obligamos? Algunos dicen que la asertividad puede ser el mejor aliado para que las reuniones en estas fiestas no acaben en tragedia. «Dejar ir el ego es escuchar a la otra persona aun cuando no estemos de acuerdo», según K. Berg. Desde esta perspectiva, Moreno afirma sacartisca: «En Navidad, la familia se convierte en otro más que cualquier otro, válgame la paradoja. Tenemos que volver, dejar de ser nosotros para adentrarnos en las tinieblas de los turrones y los chupitos de anís».

Todo va en post del otro: buscamos complacer, aunque eso suponga renunciar a parte de lo que somos. «Si no le gustamos al otro, no somos, parece que si no hemos grabado un evento no hemos ido, y si lo grabamos y lo publicamos necesitamos likes para que ese recuerdo sea feliz», critica la filósofa. ¿Nos han aniquilado las circunstancias?

Tú eres tú y tus circunstancias

Ya estás mayor para no tener pareja, los niños para cuando, el año que viene ya os casaréis, o el eres mayor para no controlar lo que bebes… todos esperan de ti lo que no eres. Volver a casa por Navidad para aquellos que están desligados puede causar ansiedad y estrés. «El individuo actualmente es parte de una familia que a ratos no le pertenece, que a ratos lo deja en la estacada, que lo precipita al vacío de la soledad. Ella nos envuelve, nos obliga a ser perfectos, porque cuando se está reunido hay una especie de guion del que nadie se puede salir», explica María Jesús Moreno Garrido.

«Yo soy yo y mis circunstancias». Esta expresión se ha convertido en todo un referente del pensamiento español y pertenece a un gran ensayista y filósofo: José Ortega y Gasset. En ella se explica de manera acertada que la vida se compone del yo más las circunstancias, dos ingredientes, que no puedes separar. «No vivimos en soledad, solos con nosotros mismos, hasta la caverna tenía otros prisioneros, había objetos y fuego», afirma María Jesús Moreno Garrido, argumentando que «el otro es otro, y el otro tiene circunstancias, pues yo soy yo y mis circunstancias, las que puedo cambiar y las que no, las que me ha tocado vivir y las que tengo que elegir. Tengo que salvar mis circunstancias, así como imperativo».

«No vivimos en soledad, solos con nosotros mismos,

hasta la caverna tenía otros prisioneros».


María Jesús Moreno Garrido, graduada en Filosofía y estudiante de MAES.

Cada persona vive la Navidad de forma muy diferente. «El desarraigo familiar es algo propio del siglo XXI, las circunstancias de las que hablamos, el no sentirse parte de algo, no importa, pero no son pocos los que han tenido que emigrar, separarse de su familia, para luego volver. A ese lugar que te espera como otro, sí, como alguien que ya no eres, porque tú has roto contigo mismo en tanto que has sentido el desarraigo, y las ganas de no volver», explica Moreno.

Ya en la Revolución Industrial se liberó a la familia de sus funciones productivas. Sin embargo, tras la crisis económica y con ella el gran número de desempleados, ha hecho que la familia vuelva a ser una tabla de salvación, pero con matices. Las funciones de la familia en sí han cambiado por el estilo de vida que gobierna. Los jóvenes alargan la socialización y la edad de reproducción y, en este sentido, según Moreno, «para hablar de familia ahora tendríamos que redefinirla».

¿Necesitamos utopías? Puede que sí. Cuando nunca salimos del bucle es señal de que echamos de menos la caverna y en ella no se está tan mal. Según Moreno, sirven para «ayudarnos a mejorar, para poder ver cuál es el mejor de los mundos posibles y ser conscientes de que todo puede cambiar, pero las utopías se olvidan del tiempo, del contexto, de que todo cambia, de que nada permanece el suficiente tiempo como para llega a la consecución de un sistema cerrado y perfecto». Así que este año en las fiestas, una vez más en la mesa, nadie grita, nadie se echa las cosas en cara y a nadie, bajo ningún concepto, le sienta mal el pavo, ni el anís. «La Navidad es fingir que todo va bien», apostilla la filósofa.