Me viene a la mente los nombres de maestros y maestras de Infantil, de Primaria y de Secundaria. Esos que merecen ese apodo por su don de enseñar. Docentes que dejaron huella en mí por el mero hecho de compartir sus conocimientos para que en clase desarrolláramos facultades intelectuales, morales y afectivas. Esos que te dan los instrumentos para que afines tus capacidades y potencies tus habilidades. Esos que fomentan un clima de trabajo en equipo para que todos los compañeros se integren en la clase. Y, sí. También, debo admitir que no se me olvidan aquellos que castigaban y generaban terror en el aula llegando al punto de “cagarnos de miedo” en sentido literal.
Cada uno de estos profesores son responsables de mi Educación. Antes de pasar de la infancia a la edad adulta vives una historia y no sé cómo termina la mía. Lo que sí tengo claro es que en ninguna de mis páginas leerás una crítica hacia la Educación y hacia los que me mostraron el significado de esta palabra. Te voy avisando de que no es lo mismo escribir esa palabra con mayúsculas que en minúsculas.
Las etapas se superan como las asignaturas
Los alumnos de Infantil aprenden de forma constante en la escuela. De hecho, se podría decir que llegan a casa eufóricos del colegio, sintiéndose realizados, porque han compartido la mañana con sus compañeros aprehendiendo. Sin embargo, esta actitud positiva empieza a cambiar. «Primero y segundo de Primaria es un periodo de transición de Infantil, pero en tercero hay un profundo cambio», señala Miriam Alonso Lora, licenciada en Filología Francesa y docente de tal idioma en el I.E.S Axati de Lora del Río (Sevilla).
El popular dilema sucumbe a los alumnos: ¿Qué entra en el examen? Ya no se prioriza atender y adquirir conocimientos, sino que todo se reduce a las calificaciones. «De coger fichas para colorear y rellenar pasan a tener libros solamente para leer y estudiar, y cuadernos donde tienen que escribirlo todo», explica Miriam Alonso, y añade «se dan de bruces con algo a lo que no están acostumbrados, se les presenta sin preaviso uno o dos exámenes a la semana y tareas para casa; y los niños se agobian con ese cambio».
En la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) se acrecienta aún más, llegando a ser los exámenes incluso algo obsesivo para muchos jóvenes. Según la docente, es «el primer batacazo de la enseñanza», ya que «la educación ya no es aprender, sino aprobar; y todo pierde su esencia».
«La educación ya no es aprender, sino aprobar »
Miriam Alonso Lora, licenciada en Filología Francesa y docente.
Sin embargo, se suma otro inconveniente, a esta edad llega la pubertad y muchos dan la mano al absentismo y no terminan sus estudios. Asimismo, según la profesora, «a secundaria llegan niños con muchas carencias, algunos de ellos han pasado seis años en primaria y no saben leer ni escribir».
La cursiosidad da sentido a la Educación
El niño va al colegio y ni siquiera se plantea no hacerlo. El adolescente va al instituto y estudia porque “es su obligación” (frase muy empleada por los adultos sin tener en cuenta que ellos, a veces, eluden a sus obligaciones).
El joven hace bachillerato, formación profesional y/o va a la universidad, muchas veces, porque «algo tendré que aprender para ganarme la vida». Y, al final, llega la edad en la que las personas seguimos aprendiendo, movidos por lo que nos interesa, simplemente, por la curiosidad.
Nacemos con la capacidad innata de pensar, pero no siempre se pone en práctica. Robert Swartz dijo que «la escuela mata las ganas de aprender y pensar». Por su parte, Miriam Alonso afina que «hoy en día es así en un 80 % de los casos».
Una buena amiga me preguntó una vez qué era más importante en cualquier aula. Mi repuesta fue clara: tener un maestro o una maestra a la que le apasione enseñar. Cuando se abren las puertas de una clase, de nada sirve que se limiten a explicarte contenidos. Los contenidos se olvidan, pero las enseñanzas perduran en el tiempo. Y solo un profesor con ganas de transmitir su pasión por la Educación es capaz de sembrar valores con los que, verdaderamente, aprenden los alumnos.

La filóloga confiesa que el secreto está en el equilibro, pero conseguirlo no es sencillo pues, «todo no se puede aprender jugando. Hay clases que son amenas y hay clases que más teóricas». Aun así, según la profesora «la docencia hoy en día o es vocacional o es torturacional».
Pero, ¿todos los alumnos son iguales? ¿Todos los docentes son iguales? ¿Todos los centros educativos son iguales? Son muchos factores los que entran en juego en la Educación. Así que la respuesta es no. Siempre se cambian variables, para convertir coeficientes constantes o, dicho de otro modo, para que cada alumno con sus circunstancias aprenda.
Como explica Miriam Alonso, los profesores deben «formar a personas autodidactas, autosuficientes e independientes, que sepan razonar, hacer críticas constructivas y cuestionarlo todo, para así valorar y debatir con argumentos; es el objetivo de la enseñanza».
Las emociones también enseñan
Uno de los clásicos que me impactó cuando era niña fue El Diario de Ana Frank. Recuerdo haber llorado y haberme preguntado si yo hubiese sido capaz de narrar aquello en una buhardilla. No lo sabía entonces, pero ese libro me inició en el aprendizaje de la empatía.
Continué con lecturas más complejas en las que descubría a personajes, que me ayudaron a entender el sufrimiento ajeno y también a entender mejor el significado de la palabra felicidad, un estado de ánimo que nada tiene que ver con el capitalismo.
Toda emoción que se exprese con palabras enseña. Por eso, leer posee un valor social incalculable, porque nos hace ser más empáticos.
Las historias enseñan a cómo se puede enfrentar determinados temas de la vida. Los profesores que dentro de los programas formativos tienen lecturas obligatorias, no están fomentando solo la leer, sino también pretenden que sus alumnos empaticen con determinados aspectos, lo que les ayudará a crecer.
El caballero de la armadura oxidada de Robert Fisher es un libro en el que se narra la historia de un caballero obsesionado con quitarse su armadura y derrotar a sus adversarios. Pero, hay que ir más allá. Como explica, Irene Pans Molina, una jerezana licenciada en Medicina por la Universidad de Sevilla, especializada en psiquiatría, «Este cuento pretende concienciarnos de que debemos conocernos a nosotros mismos, no ponernos barreras ni dejar que los demás dibujen el camino que tenemos que recorrer».
« No ponernos barreras ni dejar que los demás dibujen el camino que tenemos que recorrer »
Irene Pans Molina, licenciada en Medicina , especializada en psiquiatría.
Hay conocimientos que se memorizan pero, además, hay otros que se adquieren con el uso. En las aulas, con una lectura obligatoria se pone en práctica, de forma indirecta, la educación emocional. Según Miriam Alonso, licenciada en Filología Francesa y docente, «las mecánicas de aprendizaje no deben anclarse a la monotonía, sino que deben estimular la proactividad, innovando y reciclando, cogiendo lo bueno que tienes hoy sin desechar lo que funciona».
La educación emocional responde a necesidades que las materias académicas ordinarias no cubren. Miriam Alonso tiene claro que «los profesores debemos exigir y a la vez facilitarles las herramientas necesarias para que tengan un criterio propio sobre las cosas. Por tanto, tenemos que enseñarles a pensar».
Quizás controlar lo que se siente no es posible, pero lo que sí se puede controlar es cómo reaccionar hacia los sentimientos. En las aulas se debe ejercer una función para la prevención de problemas de la convivencia, uno de los principales retos a los que se enfrenta actualmente el sistema educativo. Irene Pans cuenta que «las emociones incómodas son muy útiles ya que nos permiten tener una brújula para apreciar las positivas». Asimismo, añade que «hay que aprender a caminar cada uno con su propia mochila, diferente a la del otro».

Los jóvenes con un mayor dominio de sus emociones presentan un mejor rendimiento académico, mayor capacidad para cuidar de sí mismos y de los demás, predisposición para superar adversidades y menor probabilidad de implicarse en comportamientos de riesgo. «No es aprender a estar todo el tiempo de buen humor, sino saber qué es lo que te impide seguir adelante para poder superarlo desde una perspectiva sana», sostiene Irene Pans Molina.
Según Victoria Camps, «La filosofía, el arte, literatura tiene la virtualidad de dejarnos perplejos, de sembrar el desconcierto allí donde todo parecía claro, de estimular la curiosidad hacia lo desconocido, de dar valor a las expresiones ajenas». Los niños aprenden a conocer el mundo a través de las historias que les cuentan, que ven y que leen. Lo cierto es que solo los grandes maestros y maestras son capaces de mostrarles esas historias que le conducirán hacia la “Educación” (con mayúsculas).
Totalmente de acuerdo. A menudo se nos olvida el papel esencial que juega la Educación en quienes somos a lo largo nuestra vida y me alegra que nos lo recordemos, aunque sea de vez en cuando, al fin y al cabo vivir, y aprender, es crecer.
Buen trabajo.