«Lo siento por no haber cogido cita antes y haber llamado de improviso, pero sentía la necesidad de hacerme un cambio y venir a cortarme el pelo hoy mismo», dijo una joven que entró en la peluquería con un aspecto bastante descuidado. Entonces me pregunté, ¿por qué? ¿por qué una persona siente la necesidad de cortarse el pelo con tanta urgencia? Creo que es una pregunta desconcertante: sencilla pero plagada de matices.
No sé si te ha pasado alguna vez, pero cuando pasamos por un período de estrés emocional o tristeza tomamos la decisión de cortarnos el pelo. Clara Romero, graduada en Psicología; María Vals, graduada en Psicología y estudiante de máster en Sexología; y Álvaro Huerta C., graduado en Filosofía y estudiante de doble máster en Filosofía y Cultura y MAES, me han dejado claro que cortarse el pelo en tiempos de cambio puede ser reflejo de superación de un conflicto, parte del duelo o, simplemente, sinónimo de reafirmación de identidad.
Cortar por lo sano
En varias escenas de películas hemos visto cómo uno de los personajes, tras un momento clave o punto de inflexión en su vida, decide a cortarse el pelo, teñirse, tatuarse o perforarse. Todo ello por conseguir una imagen que le haga ver que no es la misma persona. Cortarse el cabello puede representar un reset, empezar de nuevo, pasar por un proceso de renovación.
Cuando pasamos por un período de estrés emocional o tristeza profunda tomamos la decisión de cortarnos el pelo. En realidad, la estética tiene un componente de inmediatez de la que carecen otros medios.
En este sentido, Álvaro Huerta C., graduado en Filosofía, afirma que en la estética personal de cada persona siempre está la expresividad de un “Yo” que, «puede responder de forma opuesta o negativa con respecto a lo que se siente, pero también puede hacerlo en sintonía con ello y, de hecho, es cierto, que cuando se sale de una fase de sufrimiento se suele sentir la necesidad de modificar tu aspecto como símbolo de entrar en otra etapa». Aunque advierte que, «antes que nada hay que reconocer el carácter estético del aspecto físico y, por tanto, su forma de ser meramente superficial tiene por esencia un contenido engañoso: su razón de ser no tiene por qué ser la que aparentemente es”.
Toda comunicación, sea verbal o no verbal, transmite. En este sentido, un corte de pelo puede transmitir que una persona ha sufrido un cambio en su vida y quiere reflejarlo en su apariencia. Clara Romero, graduada en Psicología, considera que una persona puede cortarse el pelo por costumbre, por gusto o por otras causas diferentes, no únicamente por querer mostrar al mundo que está realizando un cambio de vida. Sin embargo, deja claro que un cambio en nuestro aspecto físico «independientemente de la intencionalidad, puede generar en los demás un mensaje».
Ante esto, María Vals, graduada en Psicología y estudiante de máster en Sexología, asegura que «es mucho más fácil mirarse en un espejo y apreciar ciertos cambios, que hacer introspección y caer en la cuenta de que algunos aspectos de nuestra vida, por experiencias o vivencias, están cambiando o están necesitando de cambios».
«Es mucho más fácil mirarse en un espejo y apreciar ciertos cambios, que hacer introspección».
María Vals, graduada en Psicología y estudiante de máster en Sexología.
No son cosas del azar
¿Todas las acciones se producen al azar? ¿Todas las intervenciones y decisiones de las personas se llevan a cabo de un modo intuitivo e irreflexivo? ¿Medimos “el peso” de cada uno de nuestros actos?
«No hay azar en las decisiones humanas», afirma Álvaro Huerta C., graduado en Filosofía, argumentando que, aunque una persona realice una acción irreflexivamente, siempre va a tener un fundamento, ya sea en su inconsciente o por influencias externas, o quizá ambas cosas.
Tal y como hizo Lev Vygotsky, el psicólogo Albert Bandura habla de los procesos de aprendizaje en la interacción entre el aprendiz y el entorno. Y, más concretamente, entre el aprendiz y el entorno social. «No estamos absolutamente solos ante la libertad, sino que solemos tener modelos en los que apoyarnos», afirma Álvaro Huerta. Por ello, las acciones surgen de la retroalimentación de factores externos e internos, tanto de nuestros juicios personales con respecto a lo ocurrido como de la influencia de lo ocurrido en nuestros juicios.
La teoría del aprendizaje social establece varios mecanismos por los que la observación de recompensas y castigos altera los pensamientos, sentimientos y las acciones de las personas, siendo las funciones más destacadas de este reforzamiento vicario: informativa, motivacional, aprendizaje emocional, valorativa y de influencia.
A nivel estético, el corte de pelo es uno de los rasgos más fáciles de cambiar y, al mismo tiempo, más definitorios con respecto a la identidad en nuestra sociedad. Por tanto, como declara Álvaro Huerta, graduado en Filosofía, «cuando sentimos que hemos cambiado, que hemos superado una etapa de crisis y resurgimos con más fuerza que nunca, el peinado es un elemento susceptible a sufrir cambios para decirle al mundo que somos distintos a lo que fuimos». A partir de nuestra relación el mundo, el filósofo sostiene que, «vemos cómo las personas interactúan o juzgan a los otros en función de la forma en que llevan el peinado, y cómo, también, los distintos cortes de pelo modifican nuestro propio juicio con respecto al resto».
«Cuando sentimos que hemos cambiado, que hemos superado una etapa de crisis y resurgimos con más fuerza que nunca, el peinado es un elemento susceptible a sufrir cambios para decirle al mundo que somos distintos a lo que fuimos».
Álvaro Huerta, graduado en Filosofía y estudiante de doble grado.
A través de nuestra experiencia con el resto, podemos ver que el pelo como elemento identificativo de las personas, algo que, tanto en su cambio como en su continuidad, define la forma en que vemos al resto de personas. En este aspecto, Clara Romero, graduada en Psicología, explica que, «cuando alguien exterioriza una emoción a través de otra conducta que pueda llamar la atención, el propio refuerzo positivo que recibe de la sociedad le impulsa a seguir haciéndolo cada vez que se enfrenta a una situación complicada. Eso podría reafirmar su autoestima o su autoconcepto».
Desde esta perspectiva, se puede afirmar que la conducta está controlada por la interacción de los factores externos con los generados por el propio individuo. Por tanto, si a nivel social se da tan significativamente un cambio estético, cuando nosotros cambiamos nuestra perspectiva de nosotros mismos y del mundo, ¿cómo actuamos? Álvaro Huerta opina que pasamos a «cambiar tanto el cómo el mundo nos ve como el cómo nosotros nos vemos estéticamente en el espejo».
Aprender del dolor
En la vida no queremos sufrir ni un instante, pero el sufrimiento enseña más que el placer. Puede que el concepto de «aprendizaje» parezca plano y sin matices, pero lo cierto es que es complejo. Al fin y al cabo, si nos ponemos filosóficos, no existen respuestas fáciles para ninguna pregunta y en el concepto de “aprender” puede haber varias lecturas.
Según Álvaro Huerta C., graduado en Filosofía, la primera y la que más se da en el contexto educativo y psicológico, «tiene que ver con una asunción de conductas que te llevan al sufrimiento, el cual quieres evitar, por tanto, tratarás de no tener dichas conductas para no pasarlo mal en el futuro».
Según Nietzsche, el dolor es necesario para la transformación positiva y debe ser abrazado. El dolor (físico, emocional y existencial) es un aspecto inalienable de la vida. La mayoría de nosotros dejamos que se vuelva la fuente de ansiedad, porque sentimos frustración y nos preguntamos su por qué, en lugar de comprender que a través de las experiencias difíciles nos convertimos en seres resilientes y más perceptivos.
Es inevitable que nos preguntemos el porqué de las cosas. «Si comprendiéramos automáticamente que éste, en el fondo, nos está haciendo un bien, seríamos seres superiores capaces de ver el mundo desde una perspectiva casi divina y, que, además, de no todo el dolor se obtiene algo bueno», sostiene Álvaro Huerta.
De hecho, cuando aprendemos estamos ligados a ciertos procesos de condicionamiento y refuerzo positivo o negativo. Siguiendo las reglas de Bandura, no hay que subestimar la dimensión social del comportamiento. Partiendo de que un corte de pelo es un cambio aparente que de alguna forma transmite información, Clara Romero, graduada en Psicología, explica que, a veces, este hecho puede servirle a una persona de «refuerzo positivo por captar la atención de las personas de nuestro alrededor, recibir algún comentario agradable o incluso verse más atractiva».
«Un corte de pelo puede servirle a una persona de refuerzo positivo por captar la atención de las personas de nuestro alrededor, recibir algún comentario agradable o incluso verse más atractiva».
Clara Romero, graduada en Psicología.
Contemplando el cambio estético no como algo significativo, sino como parte de una fase de la superación, se percibe esta acción más como reafirmación. Álvaro Huerta C., graduado en Filosofía, piensa que un corte de pelo puede ser la forma en la que una persona se autodemuestra a sí misma que realmente ha cambiado, y «cuando realmente lo hemos superado, es cuando nos damos cuenta que la forma de vernos no es más que superficial y que el verdadero cambio está en cómo nos comportamos, en cómo somos, en cómo nos tomamos la vida en general».
En este sentido, la superación se encuentra, cuando la superación del problema que consideramos grave, no sólo afecta a nuestra visión de dicho problema, sino que ha modificado el resto de nuestras relaciones con el mundo. Es entonces cuando de verdad hemos asumido el problema en toda su profundidad.
Un cambio de peinado sí que puede darse como algo subversivo. De hecho, como indica Clara, graduada en psicología, «uno de los motivos puede ser el aprendizaje que hemos recibido desde que nacemos».
Esto nos lleva a la naturaleza de la cuestión. Usualmente, solemos vivir en una inercia, en la que la normalidad suele ser la que impera. Aquí están en juego las modas y las influencias estéticas. En este caso, un mismo o similar corte de pelo es lo que tendemos a hacernos cada vez que vamos al peluquero. Pero no siempre.
Como explica Álvaro Huerta C., graduado en Filosofía, «a veces, una angustia más intensa que otras veces nos sorprende y comenzamos a no verle sentido a continuar con la nombrada normalidad, entonces, cuando ya no hay suelo que pisar, no hay continuidad, se abre el abanico de opciones y nos descubrimos un poco perplejos: no sabemos qué hacernos».
“La angustia es el vértigo de la libertad”, según Søren Kierkegaard. Esta libertad, dice el autor, hay que aceptarla y, además, conlleva un peso, en el sentido de la responsabilidad por esa misma libertad. Por eso, para disfrutar de esta libertad hay que animarse a dar un salto, asumiendo el vértigo que implica ese salto, el cual no es nada fácil.En este caso, como argumenta Álvaro Huerta, «se pueden dar dos opciones: que finalmente nos decidamos por seguir haciéndonos el corte de pelo de siempre, porque no se nos ha ocurrido nada mejor, quizá con mínimas variaciones, o cambiar completamente nuestro aspecto».
Yo soy yo y no tú
Tus expectativas, tus decisiones, tu actitud y tus acciones están alineadas a tu historia interna y tus estados mentales. El filósofo y ensayista José Ortega y Gasset dijo: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.
Las personas no carecen de capacidades anticipatorias. No estamos obligados a actuar a ciegas. Antes de meter la pata, nos valemos de antecedentes. «Las personas somos historia y tenemos una mochila tras nosotros y, aunque no se vea en una acción que nos pueda parecer irracional, en realidad siempre la estamos cargando y dicha acción no se hubiera realizado si no estuviera ahí», indica Álvaro Huerta. Dicha mochila no es una especie de monólogo vital en la que solo nos relacionamos con nosotros mismos, sino que, como especifica el filósofo, «se da, relacionándonos con el mundo, comprendiéndolo y analizando, tanto consciente como inconscientemente, observando e importando conductas de otros y autoevaluándonos constantemente a partir de nuestras propias acciones».
«Las personas somos historia y tenemos una mochila tras nosotros, que siempre estamos cargando».
Álvaro Huerta, graduado en Filosofía y estudiante de doble grado.
Haciendo un binomio de las teorías del sociólogo Raymond Birdwhistell y la Psicóloga Flora Davis podemos decir que el hombre es un ser multisensorial que algunas veces verbaliza y otras no, dado que las palabras las emplea cuando le falla todo lo demás. Por su parte, Clara Romero, graduada en Psicología, opina que un cambio del aspecto físico, entendido como aprendizaje, «no sólo dependerá del mensaje, sino de otros elementos comunicativos, como el receptor. Por ejemplo, de la interpretación que cada uno hace de ese mensaje o si se percibe o no».
Álvaro Huerta va más allá. Siguiendo la dialéctica hegeliana, indica que «tenemos unas expectativas de la vida, las cuales se tuercen y nos provocan sufrimiento, pero si aprendemos de ellas, no nos quedamos ahí, sino que, asimilada la situación anterior, somos capaces de superarla y ser mejores personas una vez hemos salido del bache». Aunque apostilla que «no siempre se aprende la lección adecuada después de un gran sufrimiento, a veces, se va a peor».
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