Como no podía ser de otra forma, nos cruzamos en la barra de La Sr. Pop. Él llevaba unas cuantas y estaba algo más nervioso que de costumbre y yo estaba flipando por la que había liado en ese primer recital. «Te invito a una cerveza, poeta», le dije de boca para afuera, aunque de boca para adentro lo que le estaba dando a entender era que estaba orgullosa de él y se merecía un botellín. Entonces él me respondió: «Te voy a dedicar 30 poesías». Esa frase no significaba literalmente lo que expresaba. Él jamás haría eso, me conoce lo suficiente.
De un sentido del humor hasta el punto que puede ser casi insoportable, con una creatividad que no se puede controlar, alérgico a la perfección y amante del desastre. Ese no es Pablo Soto, aunque muchos lo piensen, y soy de las pocas personas, que tienen la capacidad de reconocer sus múltiples caras: la del diseñador gráfico daltónico, la del poeta Suricato Capitán y la del monologuista novel, que se ha enfrentado a su primer pase. ¿Preparado o improvisado? Mejor no saberlo y verlo en directo, porque sus espectáculos no tienen desperdicio.
Un diseñador gráfico daltónico
Soy bastante mala para los nombres y solo puedo decir que me aprendí bastante bien el suyo el primer día que trabajé con él. Pablo es una persona que no se parecía en nada a mí, de hecho, me ponía muy nerviosa. Yo soy silenciosa y organizada, él habla por los codos y es algo, por no decir muy, caótico.
Amigo de las musarañas, se embelesa con la boca abierta con sus mundos imaginarios cada dos por tres. En el colegio los profesores ya se dieron cuenta. No lo dice una servidora, sino que él mismo reconoce que «De las mejores cosas que me valoraron en el colegio fue la capacidad de evadirme en busca siempre de soluciones creativas o absurdamente sencillas». De hecho, como diseñador gráfico, a veces acepta que el cliente tenga ideas fijas e inamovibles con su logo, pero el resto de detalles, eso es otro tema. En palabras de Pablo Soto, «Le advierto que el resto de detalles se discutirán con muchísimo más criterio». Él es creativo y sabe en qué idioma se habla.
Debo admitir que tenemos algo en común: somos de esas personas peculiares, que no todo el mundo entiende, llenas de manías y que piensan que todo es posible. Él un charlatán y yo una cotilla. Sentado enfrente ocho horas, no solo hablábamos de branding, maquetación y redes sociales. De hecho, teníamos una sesión vespertina en el trabajo que se llamaba “Las Tardes con Pablo». Yo le sacaba toda información relevante y más, el me seguía el rollo. A lo Papa Topo, podemos decir que era «adicta a tus culebrones».
Nada de dramas, solo comedias entretenidas, porque al final del día todo iba a acabar igual, ¿para qué quejarse con lo aburrido que es? Como explica Sara Mena, diseñadora gráfica y ex mujer de Pablo, «Él es de ese tipo de chavalitos capaz de apoyarte en lo que haga falta. Eso sí, a su forma. Si te veía mal, era capaz de subir fotos de Ryan Goslin al Creative Cloud, jugándose la sincronización de todos sus archivos; o incluso dejarte algún Lego si la cosa se ponía realmente fea».
« Capaz de subir fotos de Ryan Goslin al Creative Cloud, jugándose la sincronización de todos sus archivos; o incluso dejarte algún Lego si la cosa se ponía realmente fea».
Sara Mena, diseñadora gráfica y ex mujer de Pablo.
Éramos parte de la tripulación de un barco. Desde luego, no le falta razón a Rafa Racero, compañero de Pablo en alguna de sus aventuras, cuando confiesa que « Nunca podrá haber un adiós, ya que Pablo, al igual que nosotros, es un pirata». Eso significa que no todo está perdido, sino que, como explica Rafa: « Iremos en barcos diferentes pero es cuestión de tiempo que nos volvamos a encontrar en el océano », argumentando que « La vida nos llevará por corrientes diferentes, pero seguiremos teniendo ese alma pirata».
Como reflexión, usaré una cita de Fernando Pessoa: «Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía Y, sino osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos».
Después de dejar de ser compañeros, Pablo pasó a ser cómplice de Matilda Crece, y así se evitó la despedida y empezamos un nuevo capítulo. Él está dándole vueltas a cómo perderme de vista, especialmente, cuando me pongo intensa; aunque a la vez creo que le gusta soportarme. En el fondo, soy un mal necesario.
El libro de poesías de Suricato Capitán
No hay quien pueda permitirse no parar. Así que ese canalla que pasaba tardes hablándome de sus enredos, pasó a ser un poeta que elogiaba lo jodida que es la vida. Suricato Capitán es alguien que sabe que la perfección no existe y, por eso, no hay que dedicarle ningún verso. Le encantan las buenas historias, casi siempre sacadas de libros, videojuegos y películas. Quizás por eso tiene una sensibilidad especial, que se justifica en el hecho de que sus fuentes de inspiración, confesado por Pablo Soto, sean «el fuet, los chicharrones y la Cruzcampo».
El primer recital fue un espectáculo. Pablo hizo una brevísima, escueta y meditada selección de sus mejores poesías de El libro de poesías de Suricato Capitán. Pero, un artista no entiende de tiempos y se enredó con las suscintas explicaciones de sus versos. Como cuenta el jerezano, «Nos echaron del local. Ese es el recuerdo que quiero de mi primer recital».
No me canso de repetir que me suelen caer bien las brujas y los villanos. Desde mi punto de vista, son los únicos que demuestran tener personalidad. Por eso, haciendo referencia a El Principito y a su escritor Antoine de Saint-Exupéry puedo decir respecto a Suricato Capitán que «No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo».
Ana Crucas, comunicadora audiovisual y cómplice de peripecias de Suricato, no anda mal encaminada cuando dice que «Ser amiga de Pablo es como ir en el Halcón Milenario pilotado por un Han Solo millennial». Al principio, cuando lo conoces te preguntas cosas del tipo «cómo he acabado aquí, cuántos cafés se ha tomado o qué leches es eso que suena en la radio», explica la comunicadora.
Tras eso, pasas a la siguiente fase. Tal y como detalla Ana Cruces: «Una vez que le coges el gustillo a la banda sonora, al desorden que reina y al sinvergüenza del jefe, no hay quien te baje de la nave por muy peliaguda que sea la situación». Como culmina la comunicadora, «Con Pablo tienes la certeza de que al final todo va a salir bien, porque siempre ganarán los buenos. Eso sí, no esperes un viaje tranquilo ni métodos de pilotaje ortodoxos».
Un monologuista llamado Pablo Soto
Tras Matilda hay alguien que es demasiado seria hasta el punto de parecer antipática en muchos casos. El chiste que busca la risa fácil no va conmigo. Sin embargo, hay algo a lo que no me puedo resistir, a lo que llamo “Humor para gente seria”.
No todo el mundo es capaz de entender esto. La explicación, en cambio, es simple. La vida no es perfecta ni las personas tampoco. Por eso, creo que no hay cosa más bonita que el que se viene arriba en un escenario, contándote cosas serias con humor. El mismo que hace hincapié en aspectos cotidianos, que en boca de un psicólogo pueden sonar preocupantes. Ese es Pablo Soto, el mismo que sube al escenario en sus monólogos y se desnuda frente al público si hace falta. Por eso, es mejor que lleve una camisa de botones que no se desabrochen con facilidad.
Hay una primera vez para todo. Con una botella de agua, Pablo subió al escenario del King Komedy Club en La Sala, donde perdió su virginidad. Miradas hacia arriba. El público analizaba intimidante a aquel joven, que había sido fichado por los organizadores de aquella noche de monólogos. Él subió, cabeza alta, bebió un sorbo de agua y dijo: ¿Sabéis por qué todos tenéis cerveza y yo una botella de agua? Esa fue la apertura y ya lo que vino fue todo un espectáculo.
«Gordo por dentro», confesó que fue el diagnóstico de su nutricionista. En tono irónico, explicó que la experta en alimentación le recomendó que no podía beber más de dos cervezas a la semana, a lo que Pablo confesó a su público no estar dispuesto. Él era de esas personas que con eso no tenía ni para empezar a hidratarse, así que prefería ni oler la Cruzcampo.
Hay un trasfondo en cada una de sus palabras. Habla sobre temas que le preocupan o incluso le emocionan, aunque eso puede que ni él se haya dado cuenta. De hecho, dejó el listón alto contando, simplemente, «el verano de mi vida». Esto además de ser el título de su monólogo de presentación, era la consecuencia de su visita al nutricionista. Lo que le había provocado, como explicó Pablo en tono preocupante, tener «pinta de chicharrón de Cádiz» y «cuerpo de yonki de la Alameda».
No es fácil ni cualquiera sabe conectar con el público. Sin embargo, ese es uno de los retos que superó con creces Suricato Capitán en aquella sala de espectáculos de Sevilla, nada más abrir el pico.
Tras pasar el verano de su vida, Pablo comparte que se siente viajado. Él no había estado en Tailandia, demasiado mainstream, ya vio una foto de templos hindús en la que aparecían dos camisetas del Betis. Él tiene más visión, por eso, pasó parte de sus vacaciones en Chiclana, Rota y Chipiona. Pero eso no quedó ahí el joven se atrevió a dejar atrás las playas gaditanas y echar el día en la playa de Matalascañas. ¿Cómo no va a sentirse viajado con estas vacaciones tan viajeras?
Sus monólogos te cuentan situaciones reales con las que puedes empatizar y tienen una particularidad: suelen ser cosas que no han sido del todo agradables, pero él le da magia al enunciado.
Bueno, mejor dicho, como me corrige Marina Montes, periodista, social media y cortarrollos de Pablo en alguna ocasión para salvaguardar su cuello, « al enunciado y a la vida. Porque no hay un momento de aburrimiento cuando Pablo Soto está cerca. Vive al límite, borrando archivos enlazados por doquier y volviéndose loco cuando le pedimos rescatar un diseño antiguo al que, por arte de magia –o de una locura por mantener el escritorio ordenado-, le falta medio contenido ». En resumen, « si hay algo que nos ha enseñado este Suricato Capitán es que para vivir emociones fuertes no hace falta irse a hacer deportes extremos », concluye Marina Montes.
« Si hay algo que nos ha enseñado este Suricato Capitán es que para vivir emociones fuertes no hace falta irse a hacer deportes extremos »
Marina Montes, periodista, social media y cortarrollos de Pablo en alguna ocasión para salvaguardar su cuello.
Muchos no entienden esto pero, como ejemplifica Marina Montes, « dadle un ratón y os pondrá las pulsaciones a mil ». Aunque admite que tampoco es para tanto, porque por más tensa que esté la cosa, Pablo siempre saca su risa contagiosa, que acompaña con su « illo, illo, illo, espera que esto lo arreglo yo, mientras se le escuchaba decir asomando su pelazo –alabado por el mismísimo Juan Gómez-Jurado- entre carpetas y piezas de Lego que convertían la oficina en un lugar un poco más bonito al que ir día a día ».
Todo esto y más forma parte de tu personalidad, y no es común. Pero, menos mal, se agradece este tipo de carisma que está en peligro de extinción.
Puede que haya personas que te hagan críticas, Pablo. Muchos de ellos serán los mismos que piensen que te subes al escenario a contar chistes y también están los que no entienden la gracia de nada de lo que acabo de contar. No les voy a replicar, simplemente, porque sé que no todo el mundo va a entender tu arte, ni comprende el humor de la misma forma.

La risa es oro y este cómico hace levantarse a más de uno de la butaca cada vez que da uno de sus espectáculos. Te cuenta en primera persona sus catástrofes y siempre acaba en tono bajo para que te vengas arriba si entiendes su humor, sin buscar aplausos por compromiso.
Hay personas a las que no les gusta pensar cuando ven una película. No les recomiendo tu show. Puede que seas un tío gracioso contando su vida de mierda, pero con literatura.
Sinceramente, toda persona que hace humor es mejor que muestre su verdadera cara, aparentar ser algo que uno no es debe cansar mucho. Alguien que no esconde nada no mantiene una imagen, la muestra.
Comentarios recientes